Pillo, Millo, Coyuyo y.... Yayo


Pillo, Millo, Coyuyo y… Yayo.
Esta historia sucedió en el paraíso de México, del cual el poeta dijo: –Costa valiente y bravía, es la costa mía-. Nada menos que en el corazón de la Costa, Marquelia, Guerrero. Vaya un tributo a la alegría de su gente.
Pillo y Millo eran aficionados a la cerveza, la cual tomaban con cotidiana regularidad, –pa’l calor-, según sus propias palabras.
Coyuyo se abstenía de beber cerveza o bebidas embriagantes en público y de muchas cosas más. Esto no quiere decir que no le gustaran, pero cuando se es…, en lenguaje popular, rata de iglesia, es decir, sacristán, se debe simular ser santo y seguir las buenas costumbres de una moral medieval y, desde esa posición, juzgar a todos los demás miserables pecadores.
Los tres: Pillo, Millo y Coyuyo eran afromexicanos, con una inteligencia muy aguda. Pillo y Millo podrían haber dicho como el hijo del Gaucho Martín Fierro: –mi madre era inocencia, pero a mi me dicen malicia-. Vaya si eran picaros, pero también eran inocentes.
Pillo y Millo gozaban la vida, sin una pizca de avaricia o deseo insano, bien podrían haber cantado como Tintan cuando interpretó al Oso Balú: –busca lo, que has de precisar, lo que necesites nada más, nunca del trabajo hay que abusar-, cuando le enseñaba a Mougli el arte de sobrevivir en la Selva (en la película “El Libro de la Selva” versión Disney, de Kipling). Filosofía que deberíamos tomar todos los humanos antes de acabarnos los recursos del Planeta Tierra.
Aquel día caluroso de verano, Pillo y Millo o Millo y Pillo, empezaron a tomar cerveza, en la cantina de Yayo, que también era afromexicano, una de las 30 cantinas del pueblo, con su respectivo equipo de música tragamonedas, conocido mejor como “Rockola”, el cual en ese tiempo tenía cuando mucho 3 mil habitantes. Un pueblo progresista, si el progreso se midiera por el número de cantinas: –paradoja viviente del solar patrio, que mides el progreso con cantinas-, dijo Rius el Supermacho.
Habían pasado varias horas tomando cerveza, Millo y Pillo, siempre pagando por adelantado, todo porque Yayo no les tenía nadita de confianza. El dinero se les había agotado.
-Yayo, compa, fíanos otras dos cervezas, no seas malo-, dijo Millo.
-Arajo, ya no traen dinero pa’ pagar la cerveza, pos’ ya no tomen-, dijo Yayo.
-Arajo, Yayo, que tu nos tiené mala voluntá…, si te vamos a pagá, siempre te hemos pagao-, dijo Pillo.
-Arajoo, sí les fío, al rato se van a tomá a otra cantina para no pagame-, dijo Yayo, -cren que soy endejo-, agregó.
-Compa, contigo no se pué, ahorita traemos dinero, pa’ seguir tomando, arajo contigo, tu no ayudas a los pobres-, dijo Millo.
Salieron molestos Pillo y Millo y caminaron por la carretera. Al pasar frente a la iglesia, Pillo le dice a Millo: -Arajo Millo en las alcancías de la iglesia hay mucha morralla, vamos agarrá una poquita-.
-Pero allí está Coyuyo, no ve’ que hay duerme-, dijo Millo.
-Ta dormío, no se va dar cuenta y si se da cuenta vamo’ le traemo una cerveza, para que se quede callao, al cabo él se las toma escondío-, dijo Pillo.
Al empujar la puerta, se dieron cuenta que estaba cerrada.
-Esta pu… puerta está cerrá-, dijo Millo.
-Arajo, pues toca para que nos abra Coyuyo…, endejo-, dijo Pillo.
Millo toca fuerte y se escucha adentro la voz de Coyuyo que dice: -¿Quién é?
Pillo y Millo se miran sorprendidos en la oscuridad, pero ingenio no les falta, inmediato contesta Millo: -Somo lo ángele-.
-Arajo, lo ángele… ¿Y tienen alá?-, preguntó Coyuyo.
-Sí-, responde Pillo.
-¿Y tienen pluma?-, pregunta Coyuyo.
-No-, Dice Millo.
-Arajooo… ¿tienen alá y no tienen pluma?-, dijo Coyuyo sorprendido.
-Arajo, é que tamo pollones-, dijo Pillo.
-Ja, jajaja, jaja, ja, ustedes son unos cabroné, que no má vienen a molestá-, dijo Coyuyo, -vayan a dormí, cabroné y dejen de vení a molestá-, agregó.
Resultó que Coyuyo era un hueso duro de roer, tan pícaro e inteligente como ellos.