El espíritu de los marranos


La multitud reunida comportándose de manera agresiva, en actitud de linchamiento, sujetando al chofer del camión, cuyo nombre después se supo era Diógenes. Avanza entre la multitud la autoridad del pueblo Don Enrique, hasta donde se encuentra detenido Diógenes.

Don Enrique dirigiéndose al chofer: A ver cabrón, ¿por qué anda metiendo su camión al corral de los marranos?
Diógenes: Arajo No, Don Enrique, yo no me metí a ningún corral de los marranos, yo venía por la carretera, cuando el marrano salió corriendo hecho la chingada, de entre los matorrales de la orilla correteado por los perros y…. zaaas lo pase a traer, luego frene, pero ya estaba muerto.
Entonces, Don Enrique, en tono severo dirigiéndose a la multitud reunida: ¿Cómo el marrano andaba en el corral de los camiones, ¡la carretera!
El dueño del marrano (Odilón): Sí, Don Enrique, pero este cabrón le paso por encima el camión.
Don Enrique: ¿Cómo, por qué no estaba en el corral, Odilón?
Odilón: Yo no tengo corral Don Enrique, mis puercos andan sueltos.
Don Enrique: A son los marranos que hacen las veces de servicio de limpia del pueblo, lo mismo comen cascaras de plátano, desperdicios y hasta excremento humano, de perro y cuanta porquería encuentran, luego los matas y nos haces comer su carne contaminada.
Odilón, todo apenado: Sí, Don Enrique.
Don Enrique, con voz autoritaria: ¿Cuántos kilos pesa el marrano?
Odilón: Cómo ciento veinte.
Don Enrique, que sólo en eso se parecía a su tocayo Peña Nieto, conocido en el bajo mundo como el copete ignorante y así quería ser presidente, pues no sabía cuánto costaba el kilo de carne de marrano: ¿Cuánto cuesta el kilo?
La multitud, entre las que había amas de casa: Doce pesos.
Don Enrique dirigiéndose a Diógenes: Entonces el marrano cuesta 120x12 = 1,440 pesos, ¿los tiene? ¿Los puede conseguir? ¿O lo meto a la cárcel?
En estos casos es mejor ir a la cárcel que ser linchado, por injusto que parezca, las multitudes tienen, antes que nada, estar conformes.
Diógenes: No, pero puedo pedirle a mis compadres que me presten el dinero y pagar hoy mismo.
Todo parecía arreglado y, sin que corriera sangre. Pero, siempre hay un pero.
Odilón: Arajo, Don Enrique, este cabrón con mil cuatrocientos cuarenta pesos me paga el cuerpo del marrano, pero con eso no alcanza para pagar su espíritu.
La multitud rompió en carcajadas y dijeron a coro: El espíritu son los gramos que nos robas en cada kilo, cabrón hambreador.
Este relato ocurrió en la vida real, hace muchos años, en un pueblo de 500 habitantes, dónde Don Enrique fue un personaje, para efectos prácticos, especie del casto don Susanito de la película mexicana que inmortalizó a Don Joaquín Pardavé. Compadre de más de medio pueblo y los alrededores, en una tierra que los compadrazgos se respetan como pactos de sangre, para mejor entender lo que quiero decir, escuchen el corrido de Simón Blanco.
Don Enrique era llamado como árbitro en conflictos donde las armas ya estaban empuñadas y prestas para el ataque, logrando dejar conformes a las partes y salvar la vida a ambos contrincantes y a sus familias, porque en esa época, después de una muerte, se acababan familias enteras por las venganzas.
Las familias de los jóvenes que estudiaban en Chilpancingo consultaban a Don Enrique, fuera su padrino o no, sobre la carrera que debían estudiar, su opinión se respetaba. Don Enrique, un hombre que estudió toda su vida, que recibía por suscripción la revista Science, Time, Life, Popular Science y Popular Mechanics en ingles, que leía como si fuera  su idioma natal. Que contaba con una biblioteca extensa de libros de historia y mecánica, con una facilidad de palabra e ingenio para explicar de manera sencilla y didáctica, lo mismo un viaje al espacio sideral, explicando detalladamente lo que comían los astronautas y como hacían sus necesidades fisiológicas, que la gestación animal y la humana. Siendo ingeniero agrónomo, sus inquietudes nunca estuvieron dirigidas a esa rama de la ciencia, conocía mucho, pero parece ser que la agricultura no fue nunca su vocación.
Don Enrique pudo ser el cacique del pueblo pero prefirió dejar de lado el egoísmo y la avaricia, lugar que fue y sigue siendo muy disputado, por los adoradores del Dios Dinero, que no desperdician medios para apropiarse de lo ajeno.
Este pequeño pueblo en la actualidad es un polo de desarrollo de la cultura del estado de Guerrero, con oferta educativa superior a otras cabeceras municipales de la región y es posible que después de Chilpacigo la capital, Acapulco e Iguala, concentre al mayor número de profesionistas del estado.
POR ESO SE LE LLAMA EL CORAZÓN DE LA COSTA ¡MARQUELIA! ¡PURA COSTA CHICA!

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