Karranclan el Tracala

Karranclan el Tracala


No sabemos el origen del apodo de Karranclan, pero lo de tracala es una manera de abreviar la palabra tracalero, que significa una especie de tramposo, traficante de cosas robadas o por lo menos de dudosa procedencia.

Karranclan era el hijo mayor de seis hermanos cuyos padres eran un periodista escritor de nota roja en el desaparecido periódico  “El Tabloide” fracasado y mujeriego, de cuyo nombre no quiero ni acordarme e Inés, una mujer sufrida y abnegada prototipo de las mujeres mexicanas de hace 45 años.

Cuando el periodista fracasado decidió abandonar a Inés y sus pequeños hijos, para irse a vivir con su amante, Inés que ya lo mantenía desde varios años atrás más que sentir su ausencia respiró aliviada, pero como mujer mexicana sufrida y abnegada lo seguía amando y, como Karranclan era la imagen viva de su padre, Inés le prodigó un cariño enfermizo y mal entendido. Le toleraba todas sus majaderías y lo convirtió en un parásito social, es decir un vago.

Karranclan inició su carrera de corrupto doméstico robando el dinero sobrante cuando hacía un mandado, su mamá le solicitaba el cambio, pero no insistía demasiado debido a sus múltiples ocupaciones de padre y madre, permitiendo que Karranclan aprovechara su olvido y gastara esos pequeños dineros en jugar en unas maquinitas electromecánicas antecedente del pinball actual de las computadoras (unas mesas de madera tragamonedas, con electroimanes que actuaban sobre un balín de acero, algo arcaico a punto de desaparecer, si es que todavía hay), posteriormente, esculcaba el monedero de Inés y, como el mismo decía: jicamas ñero y robaba el contenido, para gastarlo en las maquinitas o jugando volados con sus amigotes (tres vagos más: el kirris, el siete mugres y el glostora).

El caso es que esta cuarteta de vagos eran destacados corruptos del hogar, cuando se juntaban, contaban sus hazañas rateriles y se ufanaban de cómo engañaban a sus respectivas mamás: -le transé a la jefa su monedero ja..ja....ja  ja, lo tenía escondido en un hueco en la pared la pen..... -decia el kirris. Sus conversaciones giraban en ese sentido y en como habían vendido algún artículo doméstico: un satén, la plancha, la licuadora o cualquier otra cosa de valor que habían encontrado en sus respectivas casas. Se podía decir que eran la pandilla de los tracaleros, pero ellos nunca adoptaron ese nombre, no tenían tanto ingenio.

Varias veces, Inés llegó a casa de mi mamá a quejarse de que el Karranclan le había robado algo. Recuerdo la ocasión en que se llevo la máquina de escribir desvencijada de su padre, el periodista fracasado y la vendió en $50 pesos, en ese tiempo fácil valía $300 pesos.  Luego robó y vendió el pequeño radio de transistores japonés en tan solo $20 pesos, cuando valía $200. Después la licuadora y lo que de valor encontrará. Inés tenía que estar cambiando seguido el escondite del dinero, porque Karranclan era capaz de encontrarlo prácticamente dónde estuviera y, jicamas ñero, Karranclan lo robaba.

Cuando Karranclan estaba por llegar a la adolescencia o ya estaba en ella, pues tenía trece años, Inés, su madre, lo mantenía cosiendo maquila de ropa: camisas, pantalones y mochilas, en una máquina de coser de taller, comprada con mucho esfuerzo en abonos semanales, un patrimonio hecho con mucho dolor de espalda y largas jornadas de trabajo sin descanso, solo interrumpidas cuando preparaba los alimentos de sus pequeños hijos en edad escolar. Karranclan religiosamente asistía a sus correspondientes tres comidas: almuerzo, comida y cena, pero ya no asistía a la escuela, pues la abandonó sin terminar sexto grado.

El día fatal, Inés envió a los pequeños a la escuela, se puso a recoger y lavar los trastes en el fregadero. Karranclan que ya había planeado llevarse la cabeza de la máquina de coser, aprovecho este momento de ocupación de su madre, para quitar los dos tornillos, la banda y los cables. Hecho esto, salió sigilosamente y tomó rumbo desconocido.

Pasaron varios minutos, Inés seguía ocupada, de repente, al sentir demasiado silencio en la casa, dijo: -Karranclan, estas ahí, pero no hubo contestación-
La embargo un mal presentimiento y volteó a ver la máquina de coser, pero ya no estaba la cabeza. Salió corriendo a pedir ayuda a la vecina (que era mi mamá) y le contó entre sollozos la última “travesura” de Karranclan.

Escuche el llanto desconsolado y la impotencia de la señora y salí corriendo (como si llevara las botas del “siete leguas”), pero no tenía idea del rumbo que había tomado Karranclan. Miré hacia todos lados, pero Karranclan había desaparecido sin dejar rastro.

De repente presentí, que si pensaba vender la máquina o iba al centro de la ciudad o al centro de Iztacalco, -debe ir hacia la Calzada de la Viga- me dije. Comencé a correr en esa dirección, cuando lo alcance a ver dar la vuelta en una esquina, acelere a toda prisa, logrando alcanzarlo. Le propine un golpe en la cabeza y le grite: -Desgraciado, te llevas la máquina con que tu mamá te da de comer a ti y a tus hermanos. Posiblemente, por el golpe o porque ya iba cansado, porque las máquinas pesan, la puso en el suelo y me vio con mirada cínica.

Impulsado por una furia que nunca antes ni después he sentido, comencé a golpearlo, una y otra vez, Karranclan no se defendía, solo decía: Ya..ya..., no me pegues.., ya.., yaaa. Karranclan era más alto y más fuerte, podía defenderse, pero no lo hizo.

Cuando se me paso la ira, sentí lástima por Karranclan y arrepentimiento, ¿Quién era yo para castigarlo?. Karranclan con la mirada perdida y sollozante se quedó sentado en la banqueta, parecía abandonado a sus pensamientos y no hizo nada para evitar que yo regresara con la máquina de coser a casa de su madre.

Meses más tarde nos mudamos de esa casa y no volví a saber nada de Karranclan, dadas las circunstancias vividas por Karranclan ¿Podría haber sido diferente su vida? No lo se. A veces los adultos, por cariño, hacemos a los niños profundamente infelices.


¿Qué podemos aprender de esta historia?

La corrupción comienza en el hogar y penetra a toda la sociedad de una manera muy compleja, el razonamiento fácil, el discurso demagogo y las soluciones cómodas sólo la incrementan.

Cierta ocasión, durante las compras en el supermercado, divisamos a un político corrupto, viejo conocido, de los que se dedican a robar desde cualquier puesto público que tengan. No queríamos saludarlo, pero él si nos vio y vino a saludarnos. A pregunta expresa nuestra de si seguía siendo corrupto nos respondió: - Claro que sí, pero cuando yo llegue a la caja con mi carrito del súper, robado o no, tengo dinero para pagar. En cambio ustedes, díganle a la cajera que le van a pagar con un chorro de honradez, ¿haber que les dice? Y se despidió burlándose de nuestra pregunta “Tonta”.

Razonamientos tan simples como este, donde solo el dinero es importante y tiene valor por encima de todos los valores éticos más altos, ignoran que la corrupción al igual que todo en la vida tiene límites. Uno de ellos la es viabilidad de las empresas e instituciones a las que se roba el patrimonio.

Por muchos años se señaló a los trabajadores y al sindicato petrolero de ladrones y corruptos, sin embargo, han salido más ratas los gobiernos panistas. Fox y Calderón están llevando la corrupción a límites insospechados. Tejiendo redes de corrupción nacionales e internacionales cuya voracidad rebasa los límites patrimoniales de las empresas emblemáticas y patrimonio de los mexicanos.

Felipe Calderón el Tracala y sus secuaces pretenden vender PEMEX, CFE y estrangular a Luz y Fuerza del Centro, siendo estas las compañías, que son el sustento de este país al proporcionar una parte importante del presupuesto del gobierno. De la misma manera que Karranclan pretendía vender la máquina de coser de Inés que proporcionaba el sustento de su familia.

Los niveles de corrupción alcanzados en México por toda la sociedad, sí, toda la sociedad, ya que se peca de palabra, obra y omisión, ya no son sostenibles por los recursos naturales y las cadenas productivas del país. Estamos al borde del colapso social.  

Desde 1983, han pasado a manos de particulares más de mil empresas públicas. Muchas de ellas de gran importancia, ya entregaron Teléfonos de México, Ferrocarriles Nacionales, las minas, los aeropuertos, las dos líneas aéreas, los bancos. Han privatizado el 35 por ciento de la industria eléctrica nacional y ahora quieren montarse en el negocio del petróleo. (Andrés Manuel López Obrador).

Toda esta venta de activos del patrimonio nacional ni siquiera se ha traducido en mayor crecimiento económico, ni en mejores condiciones de vida para los mexicanos; por el contrario, la economía ha permanecido estancada y no se han generado empleos. Por ello, nos hemos convertido en el país del mundo que más mano de obra exporta, expulsa, al extranjero.

1 comentario:

  1. Calderón el tracala y su fiel escudero Mouriño.
    ¿Se imaginan que hubiera pasado si Mouriño viviera aun? no cabe duda que, de alguna manera, los mexicanos tenemos mucha suerte, Dios nos libro de ese pillo, pero quedan otros y Dios parece que se ha olvidado de nosotros o quiere que asumamos nuestra responsabilidad.

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